7 dic 2006

Pez lunático

Cuando las imágenes se me volvían difusas detrás de una cortina de agua, como si fuera un pez observando desde el límite de su hábitat la redondez perfecta de la luna llena, quise creer que todo era un sueño, y que estaba inmerso en la peor y más horrible de mis pesadillas.

A sabiendas de lo imposible, intenté entonces volver a vivir esos instantes detenidos en papel, a sentirme seguro detrás de un foco cuyo diafragma y enfoque demoraba en ajustar, impacientando a ratos a esos ojos celestes que capturé para siempre y que eran sólo para mí, y que son para mí todavía guardados en una caja que, de manera torpe, decidí volver a escarbar.

Quise entonces volver a creer que mi propia imagen vivía para esos dos puntos brillantes en medio de dos rayitas alargadas, quise tratar de entenderlo todo de nuevo pero sin entender nada, quise desaparecer y volver renovado, para tal vez engañarla, para simular ser otro, para empezar todo de nuevo, para yo también mirar distinto.

Todo eso quise, con la limitación de mi propia racionalidad que me recordaba que esos ojos sólo querían ahora reflejarse en otra parte, que me advertía que estaba perdiendo el tiempo, y que si no dejaba de lado el masoquismo, iba a terminar todos los días mirando el mundo como ese pez medio lunático, con la carga extra de una y otra vez tener que guardar todas y cada una de esas tantas fotografías que me hacían sonreír, pero con mueca de payaso triste.

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