6 feb 2007

Zona de curvas

Escribí un cuento completo sobre la amputación de mi propia mano por raras circunstancias, una mano que después cobraba venganza y aparecía dando golpecitos en la ventana. Pero quedó una historia tan aburrida que la suprimí sin asco ni cargo de conciencia. Tiempo y párrafos tirados a la basura.

Me enfrasqué entonces en la historia de un tipo que no tenía destino, que vivía como planta y que comía solamente en el Mc Donald's. Que vida miserable, también borré aquello, aunque era una historia de aquellas odiables, con final feliz y todo.

Y me quedé luego pensando en la maldita inmortalidad del cangrejo, pero más que en eso, en el origen de una estupidez tan ridícula como que un cangrejo puede ser inmortal; y me atacó al mismo tiempo la angustia de mi propia ignorancia, de haber dejado pasar tres décadas y media sin saber qué quisieron decir con eso que los cangrejos no mueren nunca.

La mente me quedó entonces en blanco, y sólo tuve espacio neuronal para constatar aquello que alguna vez hablamos, que la felicidad es un pésimo estado de ánimo para que los dedos corran sin detenerse sobre el teclado.

Pero no me voy a preocupar tanto del asunto, porque bien sé que estar feliz es como conducir a 130 kilómetros por hora en una zona de curvas pronunciadas, con una ancha sonrisa, la música sonando muy fuerte, y rodeado de acantilados profundos.

Y no sabes cómo disfruto no caerme del camino...