21 abr 2005

Ocio

Me tocó esta mañana verme involucrado otra vez en el cuento de las carencias tecnológicas. El asunto no es tan grave, pero me provoca gravedad. Cosa curiosa. Creo que lo mejor a estas alturas es pasar por alto el asunto y enfocarme en que se acerca la hora de almuerzo. ¿Qué será mejor hoy?...¿Un italiano con Sprite?, ¿un sándwich humedecido dentro de una bolsa plástica que vende a alto costo la Antonella? –nunca le he comprado, así que debe haber mucho de prejuicio en esto-, ¿un asqueroso, sintético y grasiento menú de Mc Donald’s? –que me perdonen los incondicionales de Ronald-, o ¿un pan con cualquier cosa que de rico no tiene nada y vende una señora en un quiosco que tampoco es quiosco y que quiso ser sin éxito un boliche de comida al paso?.

Me gustaría decir “ninguna de las anteriores”, pero no puedo. Voy a tener que elegir y de paso caminar varias cuadras antes de tomar la trascendental decisión que me despojará como a diario de un verdoso y cada vez menos valioso billete de “luca”.

En medio de tanta disyuntiva que consume mi existencia un jueves al mediodía que habría sido una bella jornada de cielo azul y sol si no fuera por el esmog (aunque se enoje el word y me lo subraye en rojo, en “Shile” tenemos que castellanizar este tipo de conceptos), mi conexión a Internet sigue muerta y mis neuronas en huelga de dendritas caídas… y axones fláccidos.

Me paso las manos por la cara y vuelvo al teclado. Tardo (estoy contando) 14 palabras más estas dos y estas últimas… en escribir (llevo 26 con “26”, ahora 30): “no estoy haciendo nada”.

Veo la hora otra vez, son las 12:30 de este jueves 21 de abril de 2005, y me imagino que la existencia hay que justificarla, pero no de este modo.