Me tocó esta mañana verme involucrado otra vez en el cuento de las carencias tecnológicas. El asunto no es tan grave, pero me provoca gravedad. Cosa curiosa. Creo que lo mejor a estas alturas es pasar por alto el asunto y enfocarme en que se acerca la hora de almuerzo. ¿Qué será mejor hoy?...¿Un italiano con Sprite?, ¿un sándwich humedecido dentro de una bolsa plástica que vende a alto costo la Antonella? –nunca le he comprado, así que debe haber mucho de prejuicio en esto-, ¿un asqueroso, sintético y grasiento menú de Mc Donald’s? –que me perdonen los incondicionales de Ronald-, o ¿un pan con cualquier cosa que de rico no tiene nada y vende una señora en un quiosco que tampoco es quiosco y que quiso ser sin éxito un boliche de comida al paso?.
Me gustaría decir “ninguna de las anteriores”, pero no puedo. Voy a tener que elegir y de paso caminar varias cuadras antes de tomar la trascendental decisión que me despojará como a diario de un verdoso y cada vez menos valioso billete de “luca”.
En medio de tanta disyuntiva que consume mi existencia un jueves al mediodía que habría sido una bella jornada de cielo azul y sol si no fuera por el esmog (aunque se enoje el word y me lo subraye en rojo, en “Shile” tenemos que castellanizar este tipo de conceptos), mi conexión a Internet sigue muerta y mis neuronas en huelga de dendritas caídas… y axones fláccidos.
Me paso las manos por la cara y vuelvo al teclado. Tardo (estoy contando) 14 palabras más estas dos y estas últimas… en escribir (llevo 26 con “26”, ahora 30): “no estoy haciendo nada”.
Veo la hora otra vez, son las 12:30 de este jueves 21 de abril de 2005, y me imagino que la existencia hay que justificarla, pero no de este modo.