29 nov 2011

Psicólogo

-¿La sensación? Imagina que tienes una manguera conectada en uno de sus extremos a un embudo, y la otra a un orificio bajo el cuello. Y de pronto sacan del refrigerador un vaso lleno de aceite oscuro, espeso y muy helado. Lo vierten por el embudo, y lentamente comienza a esparcirse y a congelar tu pecho por dentro.

Es algo capaz de matar cualquier momento feliz. Y ocurre cuando menos lo esperas. Es entonces cuando pienso que lo más adecuado sería no estar ahí. Peor aún, la solución no es irse, huir o esconderse; es simplemente no estar, en ningún lado.

- ¿No existir?

- Qué comes que adivinas, tarado.

Recado

No le digas que vine, por favor, le dijo preocupado. La mujer sólo asintió con la cabeza sin prestarle mucha atención.

¿Quién era?, preguntó más tarde la anciana. Era tu hijo, le respondió ella, con el mismo desinterés.

¿Y qué dijo?, volvió a preguntar la abuela. “Lo de siempre, que te matará apenas pueda”.

Reencuentro

Mentiroso, le dijo, casi tocando su nariz con la suya en un intenso intercambio visual y de hálitos tibios. Fue la última vez que se vieron, hasta hoy, que se encontraron a boca de jarro en la calle, mostrando cuál heridas de guerra el paso del tiempo en sus rostros.

Pero esta vez no hubo diálogo ni emoción alguna. Sólo una mutua mirada esquiva, para seguir cada cual su camino y sacarle el bulto a la carga siempre pesada de los buenos recuerdos irrepetibles.