4 oct 2011

Relato cero


Me propuse esta noche escribir un cuento de ratones asustados. De ratas huyendo de una calle en reparaciones, despavoridas por el ruido y los efectos devastadores de una retroexcavadora.

O de un gato extraviado al que no le quedó otra que buscar un destino parecido al que había dejado de ser su destino… por culpa del destino.

También pensé en dedicar un par de líneas a los conflictos del país, que ciertamente podrían resumirse en ese mismo par de líneas. Pero esta vez paso. No estoy dispuesto a dármelas de crítico social, ni menos espero construir una frase para el bronce para que mi medio millar de seguidores –cantidad a pito de no sé qué- me llene el ego haciendo retweet.

Y después de esta vuelta, me vuelve la imagen del roedor ansioso escondido en medio de los cachureos de un sótano, esperando que se detenga el caos y que todo vuelva a la calma para regresar a su alcantarilla tan asquerosa como acogedora.

Entre medio, un par de estudiantes pasa camino a una marcha más, no sé si convencidos de la oportunidad de ser parte de un cambio histórico o solamente por la adrenalina del desenlace habitual. Mientras tanto el gato, aburrido de ser nómade, comienza a verle el lado bueno a dar rienda suelta a sus instintos y a cambiar, aunque sea por una única vez, el pellet por una presa fresca.

Pero escribir de los nervios de un ratón y de un gato que lo acecha con la intención de engullírselo tiene menos gracia que armar una historia de jóvenes que terminan arrancando de los pacos.

Falta novedad. Falta relato, falta, por ejemplo, que el ratón sea metáfora, al igual que el felino. Y que esos secundarios representen el desgano y frustración de toda una generación que está cansada de ser rebaño.

Pero no hay mensaje entre líneas, ni menos enseñanza, porque esta vez es un hecho consumado y tan real como mis propios dedos tecleando esta basura, que el ratón anda por ahí dando vueltas, que el gato lleva tres días extraviado y que los escolares cuentan las horas para volver al centro para engrosar una nueva movilización.

Mientras tanto el tiempo pasa y yo, reflejado en mi propia decadencia, me vuelvo más absurdo.