26 may 2005

Perro

Calculé que si el semáforo se volvía rojo, aquel can callejero iba a quedar en problemas en plena Alameda. Pero en cambio fui yo el aproblemado que en medio de bocinazos y el cambio de luces de algún conductor fiel a la consigna “apúrate o muere” se vio forzado a correr para llegar a la cuneta más próxima.

Y luego me quedé mirando a ese perro mestizo sin hogar, ese quiltro de centro, negro, grandote, bonachón, que exhibía más cultura urbana que los propios transeúntes, esperando, paciente, la luz verde peatonal.

Frialdad

Cayeron las primeras gotas y no se inmutó. Luego vino un chaparrón intenso y nada, seguía tendido ahí, como siempre, a sólo dos cuadras del Palacio de Gobierno “El trago les quita hasta el frío”, comentó con ironía la mujer del quiosco, acostumbrada a que tal episodio despertara en algunos cierta preocupación y lástima.

Me acerqué al hombre en medio de miradas curiosas, vi su rostro inmutable y tome su brazo frío. “Está muerto”, dije. La mujer respondió con tono natural. “Hay que llamar a un carabinero”, y luego le habló a su hijo, señalándome: “Llévale este diario al caballero”.