25 jun 2007

Insultos lejos de las sombras

Soñé hace muy poco que iba a buscarte y no solamente no estabas, sino que te habían llevado a otro lugar. Como se trataba de un sueño, no tardé en llegar allí y entré a una especie de casa antigua muy amplia y de pasillos anchos y lúgubres, donde la penumbra lo invadía todo.

En cada habitación oscura habían tres camas muy distantes unas de otras sólo con sábanas blancas que cubrían completamente a personas que murmuraban pero que no asomaban ni siquiera por curiosidad la punta de la nariz para ver quien era el extraño.

Miré tres cuartos y en cada uno de ellos se repetía lo mismo. Y no era necesario indagar en cada una de las camas para saber que tú no estabas ahí.

Desperté más tarde con la confusión a cuestas, pero con el inexplicable alivio de saber que no debía buscarte en las sombras. Por eso fue, y no por otra cosa, que te llamé de madrugada... y debo admitir que fueron los insultos más tranquilizadores y esperanzadores que he recibido en toda mi vida.